El Espejo de la Bruja

Desde mi prision de cristal...detrás del espejo...

Silencio.

Miro tus ojos y no me dices nada. Tu mirada vacía, tus parpadeos al son del minutero, pero de tus labios ni un sonido. No replicas, no respondes. Nada. Solo espero con lágrimas en los ojos. No quiero justificaciones. Aunque mi corazón me lo pida. No quiero que me supliques. Aunque mi alma quiera eso.

Tu boca parece zurcida con esmero para que no oiga nada. Pero ni tu mirada me da una respuesta. ¿Arrepentimiento? ¿Dolor? ¿Pena? Busco sentimientos en ti, pero no veo nada. Ni siquiera el fuego de la ira, o acaso, un ápice de pena. Pero es solo un color, con un brillo de luz, sin nada que ofrecerme a descubrir en ellos. Mirada vacía, sin nada más.

Y no sé cómo actuar, que decir o que pensar. Las respuestas no llegan y mi ser se desborda de dolor…por ti…porque aun siento algo aunque duela. Quiero hacer mil cosas, pero nada puedo. Quiero decir otras mil, pero no lo consigo. Mi cuerpo se ha quedado mudo ante tu silencio.

Descubierto ya…dime ¿Qué te queda? Ni huyes si quiera. No sé si eres cruel por quedarte mirándome mientras lloro, o solamente un valiente que espera la peor carga después de la tormenta. Los segundos avanzan pero no cambias…

He descubierto con el nuevo sol que lo de anoche era un fantasma. Un espectro que ha estado conmigo siempre, engañándome. Por eso no podías decir nada, porque al descubrirte había roto tu magia. Pues bien, te deseo lo mejor con tus hechizos para con otras, pues pese al dolor, ya estoy desencantada de tu silencio…

Desde mi mundo todo se puede ver gris. Los únicos colores los ponen diferentes luces de la ciudad, luces que luego se pagan, que tintinean como estrellas en el cielo, igual de bellas, pero que rápidamente se van. Todo es vivaz, pero a la vez mustio. Cansa siempre ver lo mismo, pero no hay nada más a dónde mirar. ¿Y si cierro los ojos? Nada cambia porque solo puedo imaginar lo que conozco.

Aunque, hubo un tiempo en el que soñaba con nubes de colores, con girasoles que danzaban, como si de giroscopios de colores se trataran, y con flores que se mecían con la brisa suave, que acariciaba sus pétalos y me traían su aroma.

Pero solo eran sueños…nada más…después volvía a mirar a mi alrededor y las lánguidas sombras de la ciudad se cernían sobre mí, y sin manera de evitarlo, volvía a mi soledad, amiga tan odiada, pero esplendida maestra de la vida.

Entonces es cuando me asomo al espejo, ventana de a la otra vida, donde lo mundos y los sueños surgen ante mí, para seres de igual apariencia, pero con distintos destinos: otras vidas en un mundo alternativo donde no estamos mi desdicha y yo. Donde la inocencia se mezcla con la felicidad, y el trabajo con las fantasías. Un mundo muy parecido con el que sueño, pero que es una mentira para mí, al que no puedo ir por más que lo intento.

La envidia corroe mi alma y quiero esa dicha para mí, solo un poco, para cambiar la pieza del puzle que es mi corazón, y sustituir a “anhelo” por “felicidad”. Pero lo único que consigo es que mis lágrimas inunden mi rostro ante la inútil existencia de esta bruja…


¿Cómo nadar a contra corriente si te arrastra tu propia sangre? ¿Si te llevan sus mentiras? ¿Cómo vivir en la penumbra del mato de las mentiras conocidas? ¿Cómo? ¿Cómo?

Si mi llanto son solo gotas de nada, para aquellos a los que le debería doler, y para ajenos si son gotas del valor de un sentimiento angustioso. ¿Qué sentir? ¿Qué pensar?

Aún, intentando hallar la respuesta, sigo respirando sin saber por qué. Por las miserias de la sangre, lucho pero me ahogan, y mis esfuerzos son solo inconstantes deseos de lucha en vano, pues mi valor se ve amedrentado antes unos ojos solícitos, a los que no puedo negarme.

Si tan solo pudiera escapar de mi existencia…pero veo negada tal posibilidad por mi querer al cielo, y a mi otra familia creada por mi misma para escapar del dolor del hogar maldito en el que estoy atrapada.

Mi mundo se convierte en cenizas sin nadie de ellos, y ni el llanto no calma mi dolor si quiera un ápice. Quisiera estar donde la fantasía se roce con la realidad, huyendo así de mi poca cordura, y de la verdad del mundo que hay en estas cuatro paredes añiles que me guardan. Las sustituiría con gusto por almohadones blancos, como si de tiernas nubes se trataran, mientras extraños guardianes narcotizan mi mundo, dándole más color a la gris realidad.

Pero solo puedo acariciar tibiamente ese deseo de libertad, deseo de cambio y deseo de mejora. Como las ondas en un estanque de agua, mi mundo se desvanece y caigo atrapada de nuevo en un techo vacio con sonrisas de papel, dibujándome el mundo que ellos quieren, tan sórdido y frío que se me hiela el corazón sin querer.

Muñeca…desperdicio…trasto inútil…mis fuerzas caen al suelo del desdén, y me arrastro hasta mi cama, en la soledad de mis paredes desnudas…sin mis tiernas nubes, para llorar bajo la manta por la sangre caliente que corre por estas azules venas, tirando de mi como cadenas hasta mi delicado corazón…agonizando mi alma…otra vez…como una rueda que no tiene principio ni fin…

A Mi Brillante Dama:

En un atardecer jamás visto antes. Allí te encontré. Mirabas como caía la tarde, mientras el mar arrullaba con sus olas la blanca arena de la playa. Tú, sujetabas con la diestra la pamela cuidadosamente colocada en tu sien, para que no volara junto a la brisa del mar.

A lo lejos te observé desde las sombras, pues casi el sol había muerto. En un suspiro, te giraste y me viste. No te asustaste, ni te inquietaste al ver un extraño. Solo sonreíste, mi brillante dama, mientras la oscuridad se hundía sobre ti como la inmensidad del océano.

Y algo se conmovió en el interior de mí ser, si así puede llamarse. Tan bella, tan pura y tan deseosa. Comenzaba el juego de la noche entre dos desconocidos al pie de una playa de arena suave, mientras el ya oscuro cielo comenzaba a salpicarse de las luminosas estrellas, y la luna hacia su aparición como una sonrisa burlona.

Sin temor en tus ojos aceptaste mi invitación al paseo. Cortésmente te tendí mi brazo y andamos durante un largo rato. Caíste en la atracción de mis palabras, en el juego de miradas, no temías mis sugerentes susurros, ni se te erizaba la piel con mis caricias, cuando te envolvía entre mis brazos. Sentía tu corazón desbocado, pero aun así no te frenaste.

Nuestros labios se rozaron lentamente, llevándonos a un suave beso, y comprendí que eras luz. Tus vehementes manos recorrían mi impávida piel humildemente, y sentí mi ser vibrar con ello. Pero era inverosímil, no podía ser. Extasiados, tuve que dominarme para no llevarte lejos.

Me elevé contigo en brazos y, temblorosa, te aferraste a mí pidiéndome que te llevara conmigo, sin saber si quiera quién era realmente. Por un instante creí sentir algo, pero no podía ser realidad. Tus ojos resplandecientes por tus lágrimas me decían que querías que ese fuera tu último atardecer, que me esperabas.

El destino jugaba conmigo de nuevo, y yo sin saber qué hacer. Preferiste parar de sollozar y aferrarte a mí con un pequeño mohín, entregándote a mí. Durante un rato más prolongué nuestro paseo por el cielo nocturno, junto al álgido viento que nos amparaba, mientras me mirabas con un gesto tierno, el cual no sabía que quería decir. Ya sabias lo que era, más bien, lo esperabas. Y yo me dejaba llevar por el destino como un títere que solo hace que lo su amo, ese majadero corazón, le imponía para que se moviera.

“Estoy muerto. Soy un atroz e impío asesino, solo es comida. No es nada. ¿Por qué no acabo ya con esta incertidumbre de mi ser y me doy un banquete con ella? ¿Por qué no puedo?” Mi agitado ser no dejaba de decirme que no te soltara jamás. Pero el demonio que está en mi interior solo te distinguía como unas escarlatas gotas de existencia.

Sangre. Lo anhelaba, lo codiciaba y lo ansiaba. La eternidad es demasiado molesta hasta que siento el agridulce sabor del líquido carmesí deslizándose por mi garganta. Pero cuando por fin mi demonio había aplacado al poco ser que subsistía en mí, y mis colmillos me iban a procurar la satisfacción que deseaba, me volviste a hablar.

“Confío en ti mi adorado desconocido”. Tenías la certeza de que no te haría daño. Y en ese momento la tuve yo de que serias mi perdición, mi brillante dama. Por eso no pude hundir mis colmillos en tu nívea piel, y empleé una de mis facultades para que durmieras.

Por un instante creí sentir mi corazón latir apresurado, pero eso era imposible, yo estoy muerto. Mi ser quería tenerte por la eternidad junto a él, pero mi querida dama resplandeciente, no quería mancharte con mi pecado, pues tu pureza te hacer ser más preciada para mí, y el temor de tu desprecio por mi capricho, hace que el corazón que has hecho que vuelva a latir duela.

Esperé la aurora observando cómo soñabas recostada sobre mi hombro, en las sombras. Cuando el esplendente astro comenzó a mostrarse tímidamente te dejé, aunque eso hiciera que se me inquietara el alma, esa sombra que me acompañaba recordándome las cadenas de sangre que la ataban a mí.

Sobre tu regazo, tu pamela, en la que dejé estás dóciles letras, de un ser infame que, por primera vez en siglos, ha recordado que es la conciencia. Has removido mi ser de las cenizas, y si aceptas seré tu guardián eterno, por el tiempo que me permitas, pues lo que deseo en realidad, nunca podría ser.

Tú, mi brillante dama, ángel de luz que ha caído en mis brazos, en una noche tachonada de estrellas, dominio de mi tenebroso ser que se extiende como una sombra en estas tinieblas. Poco faltó para que tu grácil silueta de desvaneciera en esta oscuridad, pero tu dulce voz devolvió al demonio al lugar al que pertenece, y el infierno de éste a mi corazón.

Mis negras alas te protegerán y mi poder te cuidará. Hoy me has dado la vida y me has recordado el dolor de sentir la muerte pues, dulce y brillante ángel, jamás podré estar contigo, porque de ningún modo me permitiría arrojarte a mis tinieblas.

Serás mi faro guía, la única luz que veré en mi eternidad y, cuando tú no estés o no desees que te guarde, desapareceré junto al crudo viento de la marea que una vez nos unió. Por ti y por siempre. Nada más que un vampiro, un señor sombrío que desea ser tu ángel de alas negras.

Tu eterno enamorado.



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